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ES| La amistad, como máxima representación del amor.

¿Cómo máxima representación del amor o cómo un arma de doble filo? 🤔

Quizás alguna vez te pasó que “tu amiga” te invitara a su casa siempre que venía una prueba difícil para estudiar juntas y así ayudarla. O esa persona que considerás tu amigo de repente te enterás que se ríe a espaldas de vos…¿pensaste si ese amigo te quiere por lo que sos o por lo que tenés?

Amistad, quisimos saber más sobre el significado de esta palabra que genera relaciones tan sanas y bellas para muchos como meramente oportunas o por conveniencia para otros.

El filósofo griego Sócrates aseguraba que prefería un amigo a todos los tesoros del rey Darío. Para el poeta latino Horacio, un amigo era la mitad de su alma.
Laín Entralgo la definía así: “La comunicación llena de amor entre dos personas, en la cual, para el bien mutuo de éstas, se realiza y perfecciona la naturaleza humana”.

San Agustín no dudaba en afirmar que lo único que nos puede consolar en esta sociedad humana tan llena de trabajos y errores es la fe no fingida y el amor que se profesan unos a otros los verdaderos amigos.

El ensayista español Ortega y Gasset escribía que una amistad delicadamente cincelada, cuidada como se cuida una obra de arte, es la cima del universo. Y el propio Jesús, como suprema expresión de su cariño acompañó a sus apóstoles, a quienes enseñó, dio a conocer el mensaje del Padre y dio la vida para salvarnos.

En tanto, Aristóteles supo explicar a la amistad como el querer y procurar el bien del amigo por el amigo mismo. Pero supo distinguir diferentes tipos de amistad. Amistades perfectas e imperfectas. Definió de forma teórica la existencia de tres tipos de amistad, clasificándose de acuerdo al placer, la utilidad y la virtud.

  • La amistad por placer es aquella en la que las personas viven persiguiendo sus pasiones o aquello que les resulta agradable. Ambos amigos consiguen aquello que desean, mediante la complacencia de los dos. Por esta razón pueden ir desapareciendo, debido a que a medida que la edad avanza, nuestras visiones o metas van cambiando.
  • En la amistad por utilidad, la relación que mantiene unidas a las dos personas se centra en recibir algún beneficio mutuo y por ello, con valor instrumental, puesto que se “quiere” a la otra persona porque nos es útil, ya sea que nos preste dinero, ya sea que nos haga regalos. No suele ser una amistad sana.
  • Y por último, la amistad como virtud, al concebirse la valoración de lo bondadoso y lo virtuoso de la vida, sin ninguna finalidad añadida, sin esperar sacar provecho de nada.

En este caso estamos hablando de la amistad perfecta, de la amistad verdadera, la misma es sumamente especial ya que tiende a ser para toda la vida, a ser íntima y profunda y no esconde ningún porqué. No entiende de edades, géneros, etnias, ideologías, culturas, simplemente fluye.

Podemos decir que la amistad se rige por valores imprescindibles tales como la confianza, la lealtad, el amor, la generosidad, la incondicionalidad, la sinceridad y el compromiso.

Y si hablamos de amistad y valores, sin duda una frase que nos ha quedado grabada a muchos en nuestro corazón es: ¡Todos para uno y uno para todos! Los tres mosqueteros, del francés Alexandre Dumas, una historia basada en la inquebrantable amistad de sus personajes.

Fragmentos de recuerdos inundan mi ser cada vez que oigo o leo esta novela. ¿Qué tiene de especial o diferente, siendo una historia arquetípica sobre la amistad?

Porque me remonta hacia mi infancia, donde el mayor me enseñaba a caminar, pero ¿el mayor de qué? ¡El de los tres mosqueteros!, aunque uno inexistente que se acopla después de 2 años y así se empieza a formar el trío, entre Leandro (mi tío), Hugo (mi hermano) y Helen (o sea yo). Comenzamos nuestras aventuras y con los años compartimos más momentos. Uno de los favoritos eran las competiciones, jugar siendo cómplices al mismo tiempo y ver quién ganaba de nosotros, ya que los tres éramos amantes de los juegos virtuales.
¿Qué tenía ese trío de especial o diferente? Esas risas, sonrisas, bromas, los sustos que hacíamos entre nosotros, la abuela siendo víctima de varias. Recuerdo sus caras cuando yo lloraba al ver Titanic. Me sentía Aramis.

Y nos bautizamos así, los tres mosqueteros. Fue un viernes en una cena en mi casa cuando justo íbamos a tomarnos una foto y Leandro dice “digan wisky”. Yo salgo y digo de primera: “chiflados” y me miraron con cara de ¡“le falta un tornillo”!
Minutos después de terminar la cena, los tres entramos a la sala y justo en la tele daban los tres chiflados, enseguida pensé y dije: “¡el mundo conspira con nosotros!” Nos reímos y en ese instante vi mi libro de Alexandre Dumas en la mesita, estaban ellos, esos amigos que comparten risas, historias y bromas, que estaban dispuestos a todo por el otro y ahí comenté en voz alta: “mejor nosotros somos los tres mosqueteros, se oye más valiente”.

Y me da nostalgia recordar ese momento porque, aunque parezca mentira, esa fue la última noche en la que nos juntamos de esa manera, solo por esas ganas de estar juntos y compartir, sin compromisos familiares de por medio, como alguna cena, cumpleaños o algo por el estilo. Quizás para muchos parece algo simple, inocente, pero para mí es el recuerdo más lindo que he tenido por la forma tan libre que me sentía en esos momentos, y aunque hoy cada uno esté persiguiendo sus sueños e intereses personales, siempre los y nos veré como los tres mosqueteros.

Es así, cuando existe amistad verdadera, ninguno molesta al otro, solo desean compartir tiempo juntos, sentirse libres, e incluso pueden llegar a discutir planteando sus desacuerdos, pero sin tratar de imponerse uno sobre el otro. Comunican sus alegrías haciendo más llevadera la adversidad de las cosas, son sinceros, se entienden sin juzgar y, todo esto sin esperar nada a cambio.

Lo interesante es que los amigos entre ellos buscan crecer y completarse, sin tener la menor idea de que en realidad están mirando un espejo en el que se ven reflejados ellos mismos. En una amistad verdadera el uno y el otro dan lo que tienen, lo que hacen y, sobre todo, lo que son. Se deja que el amigo sea lo que es y quiere ser, pero ayudándolo a ser mejor persona cada día.

Sin embargo, no se debe dejar de lado que tal amistad, al mismo tiempo que importante y maravillosa, es, también difícil, rara y delicada. Difícil, porque es un tesoro que no se encuentra por casualidad, rara, porque no abunda; y es delicada, ya que debe ser cultivada, como lo suele hacer el agricultor al sembrar y cuidar las semillas con paciencia para obtener una buena cosecha.

Fue lo que sentí en estos días yo, July.  Durante las vacaciones de invierno en mi país, Argentina, había programado con mis dos amigas, Vicky y Elia, juntarnos en mi casa. ¡Quién diría que ese encuentro sería uno de los más especiales que compartí con ellas!, mis leales compinches y por supuesto, mis hermanas. Recuerdo muy bien que estábamos en la cocina de mi casa, acompañada de Sofía, hermana de Vicky, a la que también trato como esa hermanita que siempre quise tener. Mientras estábamos sentadas alrededor de la mesa, a cada una se le había dado una hoja y una lapicera. La idea era muy simple: consistía en que debíamos escribir una carta para nosotras mismas,  que vamos a leer dentro de 6 años. Suena loco, ¿no? Podíamos escribirnos preguntas, charlar con esa persona del futuro y luego teníamos que pasarnos la hoja para que las demás también escribieran en ella.

En un primer momento pensé que era una actividad de niñas, pero la verdad fue muy difícil conversar con esa yo o con mis amigas del futuro. Quería decirles muchas cosas, pero la hoja era solamente una. A mis amigas también se les hizo un desafío, pero hubo algo que permitió que cada una moviera la mano y fluyeran las palabras. Aunque no lo crean, tener una hoja en blanco da muchísimo miedo, y más aún cuando sabés que eso que estás escribiendo es para vos.

Pensé en ese momento que estaba completamente sola en esto, pero después mi alrededor se iluminó cuando veía al frente a Vicky, Elia y Sofi.  Recordé que ellas estaban conmigo en esta locura de escribirnos y me sentí totalmente reconfortada al tenerlas cerca. Fui la que más había ocupado espacio para hablarse a sí misma, lo que me causó gracia, ya que mis amigas tuvieron que escribir chiquito y aprovechar cada pequeño espacio de esa hoja ahora no vacía y llena de significados.

Creo que puede haber alguno que piense que esto es algo simple, nada importante o exagerado para compartir, pero para mi y mis amigas no lo fue. Sabíamos muy bien que una vez que termináramos nuestros estudios, cada una iría a un lugar lejano, con el fin de cumplir sus metas y ser la persona que soñábamos cuando éramos unas adolescentes de dieciséis años. Sabíamos que el mundo tendría en un futuro cercano a una cantante exitosa, una experta en medicina y una periodista o locutora, ¿quién sabe, no? Pero estábamos seguras de que nuestra relación iba a ser de aquellas que son para toda la vida. De esas que a pesar de las distancias y complicaciones, siempre será un refugio al cual volver. Estas cartas, que tenemos que abrir la misma fecha en la que fueron escritas, significarán el día de mañana una razón más para reencontrarnos, reirnos y llorar de nostalgia.  Y quizás, nuevamente escribamos juntas unas cuantas cartitas más.

Estamos seguras que un buen amigo siempre, pero siempre, estará a tu lado, en los buenos y en los malos momentos, te abrazará cuando estés triste y secará tus lágrimas. Del mismo modo, te sacará tu mejor sonrisa, celebrará tus logros, te acompañará en tus fracasos y permanecerá a tu lado cuando el mundo te dé la espalda.

Ese gran amigo, sin darnos cuenta, se transforma en uno de los soportes más importantes que podemos tener en nuestra vida, pero por encima de todo, se convierte en la máxima representación de amor que podemos tener.

 Helen Duré y Julieta Villagra – Redacción Teens Conosud

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