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Es | Misionar, el encuentro más directo con el prójimo

¿Misionar? ¿Ser misionero?

Una persona que misiona, es aquella que tiene como principal propósito transmitir y anunciar el Evangelio mediante pequeños gestos, que nos acercan más como iglesia, en el encuentro genuino y empático con el prójimo. Estos encuentros están repletos de historias injustas que te hacen cambiar de perspectiva, dónde en lo normal de lo cotidiano obviamos muchas veces lo sencillo de tener una casa, poder comer las 4 comidas, gozar de la posibilidad de tener una educación e incluso un entorno que nos apoya y acompaña.

Durante una semana, tuve la oportunidad de convivir en un apoyo escolar en un barrio carenciado con 25 chicos y chicas, que durante esos siete días intentamos vivir lo mas semejante posible nuestra vida a una persona en una situación difícil económicamente, también acompañamos a familias que se sienten muy solas y padecen de una vida llena de violencia, de drogas o de robos.

En las mañanas al comenzar el día, luego del desayuno pedimos para que podamos transmitir la palabra de Dios en cada palabra o paso que diéramos, y por la noche al finalizar el día agradecíamos por toda la confianza de las familias y el amor que nos brindaban.

Por la mañana íbamos a hacer visitas, con un clima en algunas ocasiones muy frío, con viento que llevaba la tierra de las calles, otras veces con barro que cubría nuestras zapatillas o agua que nos tocaba atravesar de los charcos o pozos que cada vez se hacían mas continuos.
Las visitas se hacían a lo largo de dos horas, en las que nos tocaba acercarnos a los hogares y aplaudir para que podamos invitarlos a la misa de una capilla del barrio y también a qué traigan a sus hijos, sobrinos o nietos a unos juegos que hacinamos por la tarde con mucho amor. No siempre eras bienvenido, a pesar del frío que pasáramos o el sueño que nos invadía, seguido nos tocaban familias que no nos recibían o que decidían no abrirnos.

Al permitirte entrar a sus casas, no solo te abren la puerta, sino que también te abren sus corazones, su vida, sus miedos y los conflictos que enfrentan día a día, sino que inclusive te permiten conocer por quizás 20 o 5 minutos todas sus angustias. Hay otras familias, que te hablan desde la puerta o portón, pero siempre te acogen con una felicidad genuina y una gratitud enorme.


Muchos te dejan entrar a sus hogares y te reciben con un mate bien caliente y galletitas para comer, y con una enorme sonrisa te cuentan la situación difícil que les toca vivir. Y también como cada vez, el barrio, parece ser un lugar desbordado de inseguridades y allí es donde entra la preocupación de las madres: no querer un futuro así para sus hijos, dónde las drogas y adicciones parecen ser normales y los robos comienzan a producirse entre vecinos, dónde la pobreza y necesidad deja de lado los valores. No siempre las palabras pueden dar unos minutos de calma o tranquilidad para esa historia que es contada, sino que quizás un abrazo, una mirada o un padre nuestro transmite más que mil palabras.

Misionar, es hacerte más humano, es la forma más concreta de cumplir la frase del obispo Enrique Angelelli que dice “Con un oído en el pueblo y el otro en el Evangelio”, implica hacerse uno con el otro, es ver mas allá de las apariencias y conocer en pequeños instantes las realidades que muchas veces los medios y la sociedad tapa, es transmitir de casa en casa el amor de Dios en lo más mínimo y como la iglesia busca acompañar a todo su barrio.

Durante esos siete días que estuvimos allí, comimos polenta, lentejas, arroz, tuvimos frío, dormimos mal, no nos bañamos, pero nuestro único motor a pesar de todo esto, era por la mañana acompañar a las familias y quizás dar palabras de aliento y por la tarde ver sonrisas puras de niños o jóvenes entre tanta dificultad.

Es tan difícil de explicar cómo se te desborda el corazón viendo como los chicos valoran todo con tanta intensidad, que son tan puros, que reciben con tanto amor el cariño y los juegos que les preparamos, que las familias se emocionen porque las vas a visitar, porque tienen a alguien con quién charlar a quien contarle sus preocupaciones y sentirse escuchadas.

En un mundo tan roto y de tanta injusticia, podemos poner como nuestro norte a Dios y curarlo desde la simpleza del amor…

Julieta Castelli, Redacción Teens Conosud

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